miércoles, 23 de julio de 2014

Las calles duermen.
Un suave murmullo de luz despierta la ciudad con voz tenue. Los bares cierran y algún que otro cubata ganado más de la cuenta regresa a casa perdido. Mientras, al otro lado de la pared, tormentos de aviso invitan a iniciar la jornada.

Silencio. Un poco más.
Las contradicciones se cruzan. Reflejando, como siempre, las adicciones en contra de la acción moral.
Nocturnos silban desde las alturas el fugaz paso del tiempo.

Pausa. Me estremezco.
El frío pellizca suavemente la piel advirtiéndonos de que algo se acaba. Y también de que algo está a punto de empezar.
Besos y palabras arrepentidas, el eco del remordimiento acariciándonos las mejillas.

Susurros.
Cascadas heladas activan y desactivan los sentidos.
Algunos se ahogan sofocados de vivir muriendo, de bailar despacio.
Mientras, rayos caprichosos se cuelan en nuestros párpados.

Des/corremos el mundo.
Alguna sonrisa comprometida entre la rutina.
Y...

Ruido. Prisa. Madrid encendida.




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