martes, 7 de agosto de 2012

De verdad de la buena.

Por más que se explique cómo empieza todo, por más que se explique por qué los niños escogen a sus amigos, las amigas de la infancia son un enigma. A priori no hay ningún motivo tangible para una nueva amistad. Y por otra parte, el motivo tiene muy poco que ver con esas coincidencias. Dos niñas se ven y se encuentran a gusto la una con la otra. A veces eso dura toda una vida; a veces dura un año escolar. En el primer caso, lo que se produce es la alquimia de dos hermanas cuyos lazos no son de sangre. Dos niños se encuentran sin conocer la historia del otro, sin que "les importe" la historia del otro. Y cuando la vida te separa geográfica o profesionalmente, cuando la situación familiar ya no es la misma, seguir siendo amigas es un milagro...

"El libro de las amigas" me enseñó a apreciar un poquito más de lo que ya lo hacía las amistades. Y ese poco ya es bastante grande. Las personas se acostumbran a tener amigos en su vida. Es algo rutinario, no te sorprende y casi no le das importancia. Pero si te paras a imaginar como sería tu vida sin ellos, vivir solo...
Mejor ni imaginarlo.

Una noche de agosto como otra cualquiera una amiga y yo nos ponemos a darnos cuenta de lo rápido que pasa el tiempo. De los años que llevamos ya compartiendo todas las experiencias que nos hacen crecer, y como nos hemos ido viendo crecer mutuamente. Y a los dieciséis años hacernos el (ridículo,o no) pacto de ver crecer a nuestros hijos juntas cuando seamos mayores. Probablemente y ojalá sea así, que cuando llegue ese importante momento me acuerde de esto que nos dijimos veinte años atrás.
Es cierto que cada vez se fantasea más con las relaciones entre amigas. Y si, sobre todo ese último "a" de la palabra, pues es en el sexo femenino donde más se suele exagerar, dramatizar, y decepcionar en el tema. Es difícil saber si realmente es válida. La hipocresía duerme en los secretos, y hay personas que consiguen disfrazarla de una forma tan discreta que hasta te convencen de lo contrario. Para saberlo necesitas conocer a la otra persona. Y vivir vuestros más y vuestros menos, y saber cómo reacciona ante cualquier tipo de situación, de que pierna cojea... Pero nunca parece que se llega a saber del todo. Nunca se llega a conocer del todo a nadie. Simplemente un día lo notas. Notas esa sensación. Casi indescriptible. Es como cuando echas de menos a alguien y sientes ese vacío por dentro, que aunque no sea físico parece que duele. Pero sonríes, te quedas tranquila, te quedas sin dudas, y entonces te das cuenta.





De verdad de la buena.