domingo, 22 de abril de 2012

Que caprichosos somos.
Queremos todo, lo queremos en el momento que nos apetece y encima que nos lo sirvan como queramos. Queremos sentirnos únicos, especiales, los mejores, los preferidos, los favoritos. Es como si necesitáramos crear un vínculo irrompible e inaccesible cuando establecemos una relación. Y tiene que ser así, intocable, irrompible e inaccesible. Queremos ser sólo nosotros. El centro de todo. Queremos lo que queremos y aunque no lo queramos lo acabaremos queriendo. No lo quiero pero lo quiere el otro y ya lo quiero. Quiero lo que no tengo, y lo quiero ya. Pero una vez que lo tengo, ya no lo quiero. Eso no implica que quiera dejar de quererlo. Pero ya no lo quiero. Y lo sigo teniendo. Quieres y tienes, tienes y quieres. Nos enseñaron a luchar por lo que queremos y cada vez tenemos más facilidades de llegar a ello, tanto que infravaloramos el esfuerzo y poco a poco va siendo menor. Y nos acostumbramos a pedir y pedir y seguir teniendo y queriendo y pidiendo. Nos volvemos cínicos. No nos paramos a pensar en el valor real de las cosas. Eso no implica que no las disfrutemos, si no que simplemente no somos conscientes de todo el trabajo que se ha puesto en ello. Suelen decir: "no es más rico el que más tiene, si no quien menos necesita" Mi punto de vista es mucho más sencillo y humilde:

-Conoce tu mundo, mantén tan sólo lo imprescindible y aprende a apreciarlo. Nunca sabes cuando será la última vez que puedas volver a disfrutarlo.

sábado, 14 de abril de 2012

La unión hace la fuerza.



Por eso asegúrate siempre que tus puntos de apoyo sean los suficientes.

martes, 10 de abril de 2012

lunes, 9 de abril de 2012

Donde duele inspira

No me gusta escribir por escribir, sin un tema o un punto determinado, pero como otras muchas cosas a veces uno no puede decidirlo, simplemente sale y tu escribes.

A lo largo de mis pocos años me he preguntado muchas cosas; sobre la vida, sobre las personas, sobre el mundo... Piensas demasiado. Incluso te llegas a considerar... como decirlo, raro por pensar tanto. Como si nadie más se planteara la existencia, ni el sentido de la vida, ni la muerte... Pero entiendes que lo complicado es encontrar a personas que expresen sus ideas. Que las compartan contigo. Si analizamos el trabajo de un escritor, pintor o fotógrafo podríamos llegar a entender la forma que tiene cada uno de ellos de ver la vida solo con sus obras. Lo que hacemos es lo que nos representa, lo que queda reflejado de nosotros.
Seguramente la mayoría de personas de una misma edad o generación se les ha pasado por la cabeza una serie de dudas existenciales que de vez en cuando a todos se nos presentan. Lo que diferencia esas ideas de cada persona es que cada uno las acepta de una forma diferente. Algunos directamente no lo hacen, rechazan las posibilidades e intentan simplemente no pensar, distraerse y olvidarse. Hay gente que le da demasiadas vueltas a las cosas, pero sin compartirlas, se encierran en ellos mismos como si así fueran a encontrar antes la salida... "menos pensar y más reír", pues llega un punto en el que ni si quiera te acuerdas de qué era eso que te comía tanto por dentro, "tiempo perdido".
En mi opinión, si quieres llegar a darle algo de utilidad a lo que estás pensando, escríbelo. No importa si se te da mejor o peor, o si utilizas las palabras adecuadas. Son muchas las cosas que se nos proponen a lo largo del día, y otras muchas las reflexiones que podríamos hacer sobre ellas. Cuando lo escribes, es como si ya quedara guardado para siempre. Seguramente al día siguiente ya no estás de acuerdo con lo que pusiste, y ahí está la magia. Escribir te ayuda simplemente a entender tu forma de ver las cosas. Para poder intuir el futuro primero tenemos que tener presente el pasado. Es una forma de poder volver a revivir momentos, como retroceder en tu propia cabeza. Decidir si compartir o no eso que escribes es cosa de cada uno, pero lo cierto es que solemos tener ganas de escribir cuando han cambiado algo nuestros sentimientos o emociones, cuando algo nuevo nos ha chocado o nos ha hecho dedicarle tiempo a pensar en ello. Por eso se convierte en algo personal, porque por mucho que intentes disimularlo siempre descubre algo de que hay en ti.

Cuando no hay ganas de hablar, siempre quedan ganas de escribir.