domingo, 22 de abril de 2012

Que caprichosos somos.
Queremos todo, lo queremos en el momento que nos apetece y encima que nos lo sirvan como queramos. Queremos sentirnos únicos, especiales, los mejores, los preferidos, los favoritos. Es como si necesitáramos crear un vínculo irrompible e inaccesible cuando establecemos una relación. Y tiene que ser así, intocable, irrompible e inaccesible. Queremos ser sólo nosotros. El centro de todo. Queremos lo que queremos y aunque no lo queramos lo acabaremos queriendo. No lo quiero pero lo quiere el otro y ya lo quiero. Quiero lo que no tengo, y lo quiero ya. Pero una vez que lo tengo, ya no lo quiero. Eso no implica que quiera dejar de quererlo. Pero ya no lo quiero. Y lo sigo teniendo. Quieres y tienes, tienes y quieres. Nos enseñaron a luchar por lo que queremos y cada vez tenemos más facilidades de llegar a ello, tanto que infravaloramos el esfuerzo y poco a poco va siendo menor. Y nos acostumbramos a pedir y pedir y seguir teniendo y queriendo y pidiendo. Nos volvemos cínicos. No nos paramos a pensar en el valor real de las cosas. Eso no implica que no las disfrutemos, si no que simplemente no somos conscientes de todo el trabajo que se ha puesto en ello. Suelen decir: "no es más rico el que más tiene, si no quien menos necesita" Mi punto de vista es mucho más sencillo y humilde:

-Conoce tu mundo, mantén tan sólo lo imprescindible y aprende a apreciarlo. Nunca sabes cuando será la última vez que puedas volver a disfrutarlo.

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