jueves, 16 de enero de 2014

Te acerca a los lejanos, te aleja de los cercanos.

Hoy en día es mucho más fácil la comunicación con las personas. Es fácil compartir y que compartan sus anécdotas, contar cómo te sientes, saber la vida de la gente:  qué hace y con quién está en cada momento, independientemente de dónde se encuentre. Y supongo que eso nos da una sensación de cercanía con ellas, que nos hace creer que nuestra relación cada vez es más sólida.

Lo que creo que es más difícil, es saber si esas relaciones, son realmente auténticas.




Estamos experimentando un proceso de 'maquinización deshumanizadora'.

Estamos sustituyendo al ser humano por máquinas que nos acomodan la vida, que nos la hacen más rápida, más sencilla... Pero de forma paralela, también nos hacemos a nosotros mismos más dependientes, más impacientes, más inútiles, más aislados. Probablemente sea la tendencia de la sociedad, que no permite a nadie excluirse de sus hábitos, pero parece que todo el mundo está conforme con este cambio futurista. En mi opinión, avanzamos, en gran parte, retrocediendo. Dejamos de disfrutar de las cosas genuinas, y cada vez son menos las personas que impiden que éstas se pierdan; los libros y el olor a nuevo de sus páginas , los conciertos y la sensación de ver a tu cantante favorito por primera vez en directo, la sorpresa de ver una carta en el buzón...

El problema se intensifica cuando esto también comienza a afectar a las relaciones personales, y a las personas.


Resulta frustrante no poder sonreír a la gente por la calles. Escuchar cómo internet logra destruir relaciones o provocar conflictos (y es que las redes nunca son sociales). Acostumbrar, a cada generación de manera más temprana, a saber 'escribir' mejor que hablar, a saber rectificar borrando con una tecla, y no pidiendo perdón. Tener un problema técnico y esperar a que una voz metálica enlatada nos explique los pasos mecanizados sobre qué debemos hacer. A darle más importancia a informar sobre el bonito paisaje que estamos viendo, que a disfrutar de sus vistas. A "desempatizarnos" con las personas, porque esas máquinas a través de las cuales interactuamos no tienen ningún tipo de capacidad emocional.   

Faltan  gestos, sonrisas, miradas, comunicación, sentido común, sentido.




Dejaremos de ser víctimas y cómplices de todo esto cuando recuperemos el verdadero lenguaje físico. Cuando recordemos:  que mirando a los ojos de una persona es más difícil camuflar la verdad, que a veces un tono de voz adecuado es suficiente para tranquilizarnos, que un abrazo es todo lo que necesitamos cuando las palabras se quedan cortas y que incluso un empujón, en ocasiones, nos impulsa hacia delante.


Y es que esta nueva manera de vivir te acerca a los lejanos, pero también te aleja de los cercanos, y entonces acaban siendo lejanos hasta cuando están cerca, y ya no estás cerca de nadie.


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