sábado, 9 de marzo de 2013

En ese punto entre no saber volar y no querer caer.

Dicen eso de que cuánto más alto se sube más daño se hace al caer. Pero probablemente el paisaje que te encuentras cuando llegas ahí arriba, la sensación total de satisfacción, la felicidad abstracta e inexplicable que experimentas, esos sueños no palpables pero si reales que pasan como estrellas fugaces por tu cabeza... merece la pena arriesgar.



Las cosas parecen más claras en las alturas, con el mundo pequeño e insignificante a tus pies, con las miles de vidas que recorres en segundos y ese sentir que allí arriba no eres nada para nadie, y aún así, sentirse grande.

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