lunes, 11 de marzo de 2013

Cuentan historias las calles bañadas de blanco y de gris otoño, de flores y lluvia seca. Cuentan las miles de pisadas, de nostalgia y disgusto, turistas y amistades. Las miles de vidas que recorrieron sus aceras. De desencuentros y recuerdos, besos y ecos de risas que perduran con el tiempo. Los paseos de domingos de ancianos solitarios, deportistas y amantes de la lectura al aire libre. Cuentan las calles que vieron quizás más de lo que deberían; de promesas incumplidas, de mentiras camufladas y secretos compartidos. Sufrieron de quien pasaron de largo y valoraron sus rincones, de quien congelaron el momento plasmando su paisaje. A veces quieren gritar y están cansadas de tanto ruido, de tanto humo. A veces mantienen el silencio buscando una paz que pocos días encuentran. Siembran historias de amor, que crecen y se mantienen, y otras que a penas llegan a florecer. Observan como el tiempo va haciendo con el cuerpo lo que la estupidez hace con el alma. Algo tendrían que contar las estaciones.

Por las noches se disfraza; se apagan las luces, la música y las palabras. Por las noches descansa y entonces, todas las mañanas cuando aún dormimos vulnerables, sin darnos cuenta aúnnosabemosquien vuelve a colocar las calles y sus rincones y sus aceras, sus árboles su césped y todas sus esquinas. La ciudad se despierta y nosotros nos la encontramos tal y como la recordamos la noche anterior. Todo pasa desapercibido. Comienza un nuevo día, para ellas y para nosotros.





Sólo aquellos que sueñan de día son conscientes de muchas cosas que escapan a los que sueñan sólo de noche.

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