lunes, 21 de noviembre de 2011

Por puro azar, nada más.

''El error de creer que el presente es para siempre, que todo lo que hay a cada instante es definitivo, cuando todos deberíamos saber que nada lo es, mientras nos quede un poco de tiempo. Llevamos acuestas las suficientes vueltas y los suficientes giros, no sólo de la fortuna sino de nuestro ánimo. Vamos aprendiendo que lo que nos pareció gravísimo llegará un día en que nos resulte neutro, solo un hecho, solo un dato.
Que la persona sin la que no podíamos estar y por la que no dormíamos, sin la que no concebíamos nuestra existencia, de cuyas palabras y de cuya presencia dependíamos día tras día, llegará un momento en que ni siquiera nos ocupe un pensamiento, y cuando nos lo ocupe, de tarde en tarde, será para un encogimiento de hombros, y a lo más que alcanzará ese pensamiento será a preguntarse un segundo: ¿Qué se habrá hecho de él?, sin preocupación ninguna, ni curiosidad siquiera. ¿Qué nos importa los que se desgajan, los que se van, los que nos dan la espalda y se apartan, los que dejamos caer y convertirnos en invisibles, en meros nombres que recordaremos cuando por puro azar vuelvan a alcanzar a nuestros oídos?''

Este fragmento, escrito por el gran señor Javier Marías y sacado como alguna que otra entrada del libro ''Los enamoramientos'' es uno de los comienzos de un capítulo que me llamó la atención porque era una reflexión que por entonces, y por ahora, solía y sigue rondando en mi cabeza.
Lo cierto es que cuando tu te adentras en una relación, hay veces que se congenias tanto y tan bien que se puede llegar hasta el punto de crear una dependencia (http://tcarrillo.blogspot.com/2011/01/dependencia.html) o no necesariamente... Simplemente aportas tanto en la relación y recibes tanto de esa persona que en mucho o poco tiempo se llegan a crear unos vínculos y unos lazos que a priori parecen irrompibles. Se va formando una confianza que llegas a pensar que nunca se romperá, que es demasiado fuerte como para que cualquier día desaparezca. Sin embargo ese hilo que se va tejiendo y que poco a poco es más y más grueso y más y más largo, cuando se rompe por cualquier estúpida circunstancia, acostumbrado a esa unión, te desequilibra tu mundo totalmente. Te da la sensación entonces que la existencia ha perdido su sentido y que cualquier cosa carece de coherencia.
Es curioso como once meses más tarde, a veces un poco más, a veces un poco menos... te encuentras una mañana de invierno, pasado un año de ese último invierno donde tantas cosas compartisteis y tanto le confiabas a esa persona (confianza que además te cuesta infinidad volver a poner en otro alguien) y os cruzáis de frente. ¿Y qué? Un escaso y frío saludo por pura educación, así, sin mirar a los ojos. Como si fuera un conocido amigo de tu padre. Y a veces ni si quiera eso. Bajas la cabeza y como si nada. Parece mentira. La gente aparece y desaparece en tu vida como cuando sale unos rayos de sol y hace derretirse toda la nieve de los parques. Así. Plaf. De pronto. Desaparece como vino y después no hay nadie que ya pueda recordarlo. Como si nunca hubiera existido. Como si no existiera... Y sin quererlo a veces te viene a la mente. Te preguntas si la otra persona seguirá pensando en ti, si se acordará de ti (solo de vez en cuando, por puro azar,claro está)...

Algunas personas tienen una facilidad para olvidar y pasar desapercibidos brutal, o por lo menos para aparentarlo. De apariencias se trata...

No hay comentarios:

Publicar un comentario