sábado, 1 de enero de 2011

año año año año


Metemos nuestro anillo de compromiso dentro de una copa de sidra deseando mantener la relación con tu pareja durante los siguientes días de tu nuevo año. Nos ponemos prendas rojas, cualquier cosa, esperando encontrar así la suerte en los 365 días de este año. Nos tomamos las doce uvas en las respectivas doce campanadas, como tradición, pensando que de algún modo nos ayudará en adelante para el resto de este año. Brindamos por seguir juntos otro año más, por compartir otro año sin que falte nadie. Pedimos más paga para unos caprichitos, adelgazar un par de kilos y mantenerlos, pedimos dejar de fumar, encontrar un buen amor y por qué no un poquito más de salud, que nunca está de más.
Alguien me dijo que las cosas hay que pedirlas poco a poco, año por año. A la larga los deseos no se conceden, se olvidan se pierden o se extravían. La verdad es que si tuviera que elegir, pediría solamente una vez en la vida algo que fuera para siempre, sin tener que pensar en propósitos ni metas nuevas, algo que cubriese todas mis expectativas, algo de lo que jamás nadie se harta y lo que tantas y tantas personas van buscando por la calle día tras día porque se les olvidó apuntarlo en la carta para los Reyes Magos, ¿sabéis de qué os hablo ya? Entonces es que vosotros tampoco la habéis pedido.


FELICIDAD, señores, pura y dura. No hay más.

No hay comentarios:

Publicar un comentario