viernes, 25 de abril de 2014

Tiempo. Por suerte y desgracia, para todos igual.


Hoy un amigo se ha hecho mayor, mide ya dos metros y lo único que queda de inocente en él es su nariz.
Por suerte (algo más que por desgracia) yo he tenido la oportunidad de verle crecer (a lo más que evolucionar). Y de acabar hablando cómo será nuestro futuro a las 5 de la mañana, nos encontramos ante él.


No sé si también por cosa del tiempo, le robamos un instante y pensándolo, poco queda. Lo que está claro es que lo que sigue estando no está como estaba, sino que se ha reforzado con vínculos que no se pueden describir. Porque tampoco hace falta describirlos. Supongo que al final eso es lo importante.

Si nos paramos también, a medir, acabamos por encontrar una serie de maestros que, a su modo, han podido llegar a ser casi todo lo que una persona puede necesitar. No sobra sinceridad ni escalofríos.
A veces las vidas paralelas también se cruzan, y, aunque a desnivel, avanzan a la vez.


Sigo avanzando con él.
Así que seguirán pasando otras 19 primaveras. Y yo, seguiré viéndole crecer.

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