martes, 10 de septiembre de 2013

Cuando inventen analgésicos para la nostalgia.

Es como si nos pusiéramos a dar saltos en el tiempo. Ese que pasa tanto y cada vez más rápido. Pero no nos damos cuenta. Nos damos cuenta y a la vez no. Los cambios.
El tiempo no pasa si no te cambia a ti, ¿sabes?.
Los cambios siempre escuecen. Siempre... no sé. A veces son esenciales. A veces innecesarios. Pero siempre están, constantemente, inconscientemente. Parece que las cosas a las que más nos cuesta adaptarnos son aquellas que vienen de golpe. Que trastornan tu rutina, tu forma de vida. Hay veces, que sin que pase nada especial, nada diferente, de pronto ves tu realidad más nítida que nunca. Y tu pasado. Y tus personas. Y las personas que fueron tus personas pero que ya no están. Y las que siguen estando sin estar... Entonces empiezas a sentir una serie de sensaciones, algo complicadas de explicar... No puede llamarse tristeza, porque no lo es. Pero tampoco es algo satisfactorio.
Empieza a agobiarte verlo todo tan lejos, y entenderte cada vez algo menos y que cada vez sean menos los que te entiendan. Querer por momentos recuperar recuerdos que están ya tan enterrados, que por mucho que busquemos no lograríamos encontrarlos. Ni revivirlos. Y esa pequeña presión de saber que esto tampoco va a volver. Ni el día de hoy, ni el de mañana, ni el ayer. Y esa necesidad de hacerlos únicos... y a la vez esa necesidad de volver a nacer. De volver a empezar a vivir sin la responsabilidad de quitarle la esencia al pasar del tiempo, de no mirar atrás.


La nostalgia de septiembre.

No hay comentarios:

Publicar un comentario