Hoy en día es mucho más fácil la comunicación con las
personas. Es fácil compartir y que compartan sus anécdotas, contar cómo te
sientes, saber la vida de la gente: qué
hace y con quién está en cada momento, independientemente de dónde se encuentre.
Y supongo que eso nos da una sensación de cercanía con ellas, que nos hace creer
que nuestra relación cada vez es más sólida.
Lo que creo que es
más difícil, es saber si esas relaciones, son realmente auténticas.
Estamos experimentando un proceso de 'maquinización deshumanizadora'.
Estamos sustituyendo al ser humano por máquinas que nos acomodan
la vida, que nos la hacen más rápida, más sencilla... Pero de forma paralela,
también nos hacemos a nosotros mismos más dependientes, más impacientes, más
inútiles, más aislados. Probablemente sea la tendencia de la sociedad, que no
permite a nadie excluirse de sus hábitos, pero parece que todo el mundo está
conforme con este cambio futurista. En mi opinión, avanzamos, en gran parte,
retrocediendo. Dejamos de disfrutar de las cosas genuinas, y cada vez son menos
las personas que impiden que éstas se pierdan; los libros y el olor a nuevo de
sus páginas , los conciertos y la sensación de ver a tu cantante favorito por
primera vez en directo, la sorpresa de ver una carta en el buzón...
El problema se intensifica cuando esto también comienza a
afectar a las relaciones personales, y a las personas.
Resulta frustrante no poder sonreír a la gente por la calles. Escuchar cómo internet logra destruir relaciones o
provocar conflictos (y es que las redes nunca
son sociales). Acostumbrar, a cada generación de manera más temprana, a
saber 'escribir' mejor que hablar, a saber rectificar borrando con una tecla, y
no pidiendo perdón. Tener un problema técnico y esperar a que una voz metálica
enlatada nos explique los pasos mecanizados sobre qué debemos hacer. A darle
más importancia a informar sobre el bonito paisaje que estamos viendo, que a
disfrutar de sus vistas. A "desempatizarnos"
con las personas, porque esas máquinas a través de las cuales interactuamos no
tienen ningún tipo de capacidad emocional.
Faltan gestos, sonrisas, miradas, comunicación, sentido
común, sentido.
Dejaremos de ser víctimas y cómplices de todo esto cuando recuperemos
el verdadero lenguaje físico. Cuando recordemos: que mirando a los ojos de una persona es más
difícil camuflar la verdad, que a veces un tono de voz adecuado es suficiente
para tranquilizarnos, que un abrazo es todo lo que necesitamos cuando las palabras
se quedan cortas y que incluso un empujón, en ocasiones, nos impulsa hacia
delante.
Ampliamente de acuerdo
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