Que la persona sin la que no podíamos estar y por la que no dormíamos, sin la que no concebíamos nuestra existencia, de cuyas palabras y de cuya presencia dependíamos día tras día, llegará un momento en que ni siquiera nos ocupe un pensamiento, y cuando nos lo ocupe, de tarde en tarde, será para un encogimiento de hombros, y a lo más que alcanzará ese pensamiento será a preguntarse un segundo: ¿Qué se habrá hecho de él?, sin preocupación ninguna, ni curiosidad siquiera. ¿Qué nos importa los que se desgajan, los que se van, los que nos dan la espalda y se apartan, los que dejamos caer y convertirnos en invisibles, en meros nombres que recordaremos cuando por puro azar vuelvan a alcanzar a nuestros oídos?''
Este fragmento, escrito por el gran señor Javier Marías y sacado como alguna que otra entrada del libro ''Los enamoramientos'' es uno de los comienzos de un capítulo que me llamó la atención porque era una reflexión que por entonces, y por ahora, solía y sigue rondando en mi cabeza.
Lo cierto es que cuando tu te adentras en una relación, hay veces que se congenias tanto y tan bien que se puede llegar hasta el punto de crear una dependencia (http://tcarrillo.blogspot.com/2011/01/dependencia.html) o no necesariamente... Simplemente aportas tanto en la relación y recibes tanto de esa persona que en mucho o poco tiempo se llegan a crear unos vínculos y unos lazos que a priori parecen irrompibles. Se va formando una confianza que llegas a pensar que nunca se romperá, que es demasiado fuerte como para que cualquier día desaparezca. Sin embargo ese hilo que se va tejiendo y que poco a poco es más y más grueso y más y más largo, cuando se rompe por cualquier estúpida circunstancia, acostumbrado a esa unión, te desequilibra tu mundo totalmente. Te da la sensación entonces que la existencia ha perdido su sentido y que cualquier cosa carece de coherencia.
Es curioso como once meses más tarde, a veces un poco más, a veces un poco menos... te encuentras una mañana de invierno, pasado un año de ese último invierno donde tantas cosas compartisteis y tanto le confiabas a esa persona (confianza que además te cuesta infinidad volver a poner en otro alguien) y os cruzáis de frente. ¿Y qué? Un escaso y frío saludo por pura educación, así, sin mirar a los ojos. Como si fuera un conocido amigo de tu padre. Y a veces ni si quiera eso. Bajas la cabeza y como si nada. Parece mentira. La gente aparece y desaparece en tu vida como cuando sale unos rayos de sol y hace derretirse toda la nieve de los parques. Así. Plaf. De pronto. Desaparece como vino y después no hay nadie que ya pueda recordarlo. Como si nunca hubiera existido. Como si no existiera... Y sin quererlo a veces te viene a la mente. Te preguntas si la otra persona seguirá pensando en ti, si se acordará de ti (solo de vez en cuando, por puro azar,claro está)...
Algunas personas tienen una facilidad para olvidar y pasar desapercibidos brutal, o por lo menos para aparentarlo. De apariencias se trata...
No hay comentarios:
Publicar un comentario