Música. Como forma de vida. Como estilo, sueño, guía. Para vivir y morir. Y sobrevivir. Como salida, escapatoria, huida. Música que une y compite, que enseña y aprende, entristece o anima. Para relajar y relajarte, perder y perderse, abandonar y abandonarse. Música para disfrutar, bailar y cantar. Tararearla, silvarla, lo que sea. A cualquier hora, en cualquier lugar. En el timbre del colegio, en el metro, bodas comuniones, hasta en las tiendas. Es inevitable no encontrarte con ella a lo largo de todo un día. Convivimos con ella de manera rutinaria y no nos damos cuenta de todo lo que la música haría perder en el mundo, y lo perdido que estaría el mundo sin ella.
Sin embargo, una de las pocas cosas con las que cuenta el ser humano y las que somos conscientes que nunca vamos a necesitar prescindir de ella es la música, la única amiga fiable que nunca va a desaparecer, y que siempre que quieras no tienes más que pulsar el play para que este allí donde tu estes.
Sin embargo, una de las pocas cosas con las que cuenta el ser humano y las que somos conscientes que nunca vamos a necesitar prescindir de ella es la música, la única amiga fiable que nunca va a desaparecer, y que siempre que quieras no tienes más que pulsar el play para que este allí donde tu estes.
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